Es el esparto una hierba gramínea, vivaz, de hasta 1 metro, cespitosa, perenne. Sus hojas son persistentes, radicales, tan arrolladas sobre sí y a lo largo que aparecen como filiformes, duras, muy tenaces, lampiñas y de unos 40 a 60 cm. Posee una panoja floja, amarillenta y ramificada. Crece en terrenos incultos, áridos y pedregosos del centro y sur de la Península Ibérica y el norte de África.
Los romanos conocían ya esta especie vegetal y la valoraban por su alta resistencia y perdurabilidad. Resulta fácil comprender que, tras el paso del tiempo, las gentes de campo hayan ido añadiendo nuevos usos domésticos y diferentes modos de tejer sus hojas. Es más, cálidas vivencias e ingratos recuerdos de nuestros mayores permiten afirmar que la vida doméstica giraba en torno al esparto: existía la cultura del esparto.
Es bueno recordar también que, por entonces no existía la artesanía del esparto como tal oficio. Toda familia encarnaba dicha actividad de un modo vivo y natural. Hijos e hijas aportando el esparto necesario al padre para tenerlo siempre disponible. Madres tejiendo cofines. Abuelos y abuelas tejiendo pleitas para levantar capazos, aguaderas, alfombras, capazas, serones...